Diversidad sexual y de género I: descubriendo quién soy y cómo contárselo a la familia y entorno


Descubrir quién soy desde el punto de vista de la orientación sexo afectiva y de género en el contexto social y familiar en el que vivimos, a veces, no es tarea fácil; en ocasiones trae consigo sentimientos de miedo y culpa. Una vez que sabemos quiénes somos, toca comunicárselo a la familia y entorno cercano y lidiar con las reacciones y consecuencias. Vamos a tratar todo esto a continuación.

Diversidad sexual y de género: escubriendo quién soy y cómo comunicárselo a la familia
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Descubrimiento de quién soy y qué siento

Deseo ser quien realmente soy pero estaría incumpliendo la norma social que dictamina lo que debería ser.

Las últimas décadas han traído consigo una renovación social, y luego legal, sobre la orientación sexual y la identidad de género. Gracias a ello muchos hemos sido reconocidos como personas de pleno derecho y hemos podido poner un nombre digno y real a nuestras relaciones sexo afectivas y a nuestra identidad de género, bien a través de una firma, de un DNI, o de la expresión verbal y comportamental de aquello que se siente y se es.

A pesar de ello, no todo está conseguido y aún hoy hay ciertos entornos sociales y familiares que causan secuelas emocionales y psicológicas a la hora de que una persona se nombre a sí misma de manera abierta en el sentir y en el ser.

Estas secuelas son las que, en ocasiones, pueden distorsionar la manera en la que cada persona se ve a sí misma, y en relación con su entorno.

Por esto, en ocasiones, cuando las repercusiones emocionales y psicológicas nos impiden disfrutar de una vida plena, puede que necesitemos recibir algún tipo de apoyo.

Descubrir quién soy

Se da por hecho que saber quién soy y qué siento es algo intuitivo y que es fácil de identificar por mí mismo y por mis seres queridos. Y, de alguna manera, así es. Quizá el problema llega cuando eso que soy y eso que siento no encaja dentro de las expectativas o creencias de cómo tiene que ser una persona según su sexo genital. Es decir, si se nace con pene y testículos, eres hombre y, si naces con vagina y ovarios, eres mujer; en cualquiera de los dos casos debes de ser heterosexual.

Debido a esta concepción previa, en mi entorno puede que no se hable de la posibilidad de que existan más formas de sentir e identificarse más allá de esta norma estricta binaria (hombre o mujer) y heterosexual.

Estos dos factores son claves para tener la posibilidad de descubrir realmente quién soy y qué siento.

Mi orientación sexo-afectiva

Posiblemente, desde tu infancia, hayas sentido que te atraía más tal o cual amigo o amiga de tu mismo género. Te gustaba su físico, su manera de tratarte, las cosas que hacía, su voz, y querías estar todo el rato con esa persona, mucho más que con cualquier otra amistad. Esto podían ser cosas de críos, pero lo cierto es que en ti sabías que esa otra persona tenía algo especial que te hacía pensar todo el rato en ella y querer hacer todo juntos. En ese momento nadie, ni tus padres, te habían hablado de que las personas del mismo género pudieran ser novios o se pudieran enamorar. Tampoco tenías a tu alrededor referentes visibles de personas homosexuales. Por ello, ni los demás ni tú mismo pudiste poner nombre a eso que ya sentías, a eso que habías sido siempre, homosexual.

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Por eso, durante toda una infancia y principios de tu adolescencia , si eres chico, te han podido estar preguntando continuamente “¿tienes alguna novia de tu clase?”, o si eres chica, “seguro que con lo guapa que eres tienes que tener a todos los niños de tu cole embobados contigo”. No había otra posibilidad, si eres chico te tienen que gustar las chicas y gustar a las chicas, y si eres chica te tienen que gustar los chicos y gustar a los chicos.

¿Entonces, qué es eso que siento por mi amigo o mi amiga que es más allá de una amistad? Bueno, será que me cae muy bien y que tengo un pelín de obsesión con él o con ella. Y aquí está la primera negación del propio sentir, del propio ser, y obligarnos, en ocasiones, a intentar interesarnos por el género contrario al nuestro, porque es lo que hay que hacer, es la norma, es lo normal.

Llegada la adolescencia, ya entrados en ella e incluso habiendo alcanzado la adultez, nos ha podido ocurrir el no haber tenido un primer amor, un primer beso, un primer juego o encuentro sexual. O hemos tenido estos encuentros pero con personas del género contrario, en los que no hemos estado cómodos. Es más, hemos podido tener encuentros excitantes y verdaderos con personas del mismo género, pero siempre en el más estricto secreto, ya que posiblemente tanto yo como el otro hemos tenido miedo a decir y mostrar que hemos infringido las reglas impuestas.

Nuestro amor romántico y desenfrenado de la adolescencia ya se ha visto truncado, y esto es algo que no recuperaremos jamás. Se nos ha arrebatado, y además no hemos encontrado las fuerzas para imponernos, salirnos de la norma establecida, y vivirlo de forma plena.

Por supuesto, esto no es algo inocuo, y va a tener una repercusión a lo largo de nuestra vida, en nuestras posteriores relaciones sexo afectivas, en nuestras relaciones familiares, de amistad, y en la visibilidad social que nosotros demos de quiénes somos y qué sentimos.

Mi género

De manera similar sucede respecto al sentir del género. Si has nacido con unos genitales u otros, se esperan de tí ciertos comportamientos, muestra de emociones y sentimientos, maneras de vestirte, juegos e interacciones, compañías, entre multitud de cosas más.

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Te han podido decir durante tu infancia, si te han considerado los demás un niño, que por qué no ibas a jugar con los otros niños en vez de con las niñas. O si eras considerada niña, porqué no te bajabas del árbol o dejabas de jugar al fútbol, porque esto era considerado como juego de niños. Y todo porque había una regla impuesta que aún no conocías, de que ciertas actividades y comportamientos estaban establecidos según fueras considerado niño o niña.

Esto ha hecho, por la reconducción continua de nuestros progenitores y personas cercanas, que hayamos tenido que estar cumpliendo un patrón que lejos quedaba de lo que realmente sentíamos. Y esto ha tenido consecuencias sobre cómo nos hemos percibido y considerado a nosotros mismos. Ha tenido un gran impacto, en ocasiones, al hacernos sentir mentirosos, simuladores, falsos, raros, no dignos del amor del otro, y un largo etc. También ha repercutido en nuestras relaciones sexo afectivas, ya que en muchas ocasiones no hemos estado a gusto con nuestro cuerpo o lo que nuestra pareja esperaba de nosotros, viéndonos forzados, en ocasiones, a seguir cumpliendo con ese género establecido desde nuestro nacimiento por nuestros genitales.

Nadie nos había dicho o no habíamos tenido referentes cercanos de personas que no hubieran cumplido con estos cánones de qué es ser hombre o mujer, o que se podía no ser ninguna de ambas cosas.

Por todo ello, podemos identificar que muchos de los problemas emocionales y psicológicos que se pueden estar dando son debidos a la dicotomía de ser yo mismo y lo que siento, en contraposición a lo que los demás, principalmente seres queridos y sociedad, esperan qué sea y qué sienta.

Sensaciones y emociones tras el descubrimiento de nuestra orientación sexo afectiva y de género

Los sentimientos y los propios deseos imperan y tienen las más distintas formas de manifestarse. En ocasiones, pueden salir mediante la reivindicación directa de quién soy y qué siento, imponiéndolo y afrontando las consecuencias, las ganancias y las pérdidas, que se pueden derivar de ello. En otras ocasiones, podemos sentir que esta exposición directa es un gran riesgo para nuestra integridad física y psicológica, y el no cumplir nuestro propio deseo puede derivar en ansiedad, depresión, o en problemas relacionales, entre otros.

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Las principales emociones que rondan a una persona que se siente y se sabe fuera de lo normativo, heterosexual y de asignación de género según los genitales de nacimiento, son el miedo y la culpa. También hay otras emociones que se dan conjuntas a estas como la frustración, la rabia, la tristeza, etc., pero todas derivan de estas dos principales. Superarlas, transitarlas y solucionarlas es un proceso que conlleva un trabajo personal para desmitificar ideas previas sobre nosotros y los demás, afrontar ciertas situaciones, romper o afianzar lazos interpersonales y, sobre todo, aceptarnos y respetarnos a nosotros mismos, querernos tal y como somos.

Miedo

El miedo es algo que nos mantiene a salvo. Nos alerta de que hay un peligro del cual defenderse. Las formas principales en las que puede darse esta defensa es mediante:

  • Huida.
  • Parálisis (estado de shock).
  • Afrontamiento.

En base a este esquema de defensa ante un peligro que nos produce miedo, podemos entender qué sucede en las personas que se sienten y son homosexuales, bisexuales, transexuales, transgénero, género no binario, etc.

Por qué siento miedo

Cuando el ser uno mismo implica que otra persona no lo acepte e intente imponer de forma verbal y/o física lo que tú tienes que ser, lo percibimos como algo peligroso para nosotros. Hemos podido vivir esto hacia nosotros mismos cuando éramos pequeños y nos llamaban “maricón”, cuando nuestro padre o nuestra madre nos ha dicho “quítate eso que llevas puesto que como te vea tu padre o tu madre te va dar una paliza”, o cuando te han pegado o denigrado por la calle por ir mostrando el género y orientación sexual que realmente eres y sientes. Estas son algunas de la horribles experiencias que has podido vivir, y hay miles de ellas que las personas LGTBIQ+ han vivido y siguen viviendo hoy en día. También, aún no habiéndose vivido en primera persona, puede que lo hayan vivido personas cercanas a tí, que las hayas presenciado hacia otras personas, o que hayas visto o leído noticias dantescas sobre maltrato físico o psicológico hacia personas del colectivo.

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Todas estas vivencias son generadoras de miedo, bien porque no se quieran volver a vivir por lo traumáticas que han sido, o bien porque no nos queremos ver en esa situación que han vivido personas similares a nosotros.

¿Y aún nos preguntamos porqué las personas LGTBIQ+ tienen miedo? O ¿Porqué hacen falta leyes contra la homofobia y la transfobia, entre otras fobias? O ¿Porqué hay personas del colectivo que aún hoy se ocultan?

Creo que no hace falta que se responda a ninguna de estas preguntas, ya que se contestan por sí mismas.

Las reacciones del colectivo LGTBIQ+ ante el miedo

Como ya hemos mencionado, ante el miedo, las personas del colectivo LGTBIQ+ suelen reaccionar mediante uno de estos tres mecanismos de defensa: huída, shock o afrontamiento.

Huída

El mecanismo de huída ante el miedo se manifiesta en el colectivo LGTBIQ+ no siendo visibles, no mostrándonos tal y quiénes somos y sentimos:

  • No vamos a bares de ambiente.
  • Evitamos tener un grupo de amigos de la misma orientación sexual o trans.
  • Nos negamos a tener pareja y solo relaciones esporádicas no visibles.
  • Definiéndonos como heterosexuales.
  • Teniendo relaciones sexo afectivas heterosexuales.
  • Comportándonos según el género impuesto, remarcando características de este, tanto con nuestro grupo de amigos y familiares, como con los compañeros de trabajo, etc.

Por supuesto, esta huída, este no ser visible, tiene un gran componente de miedo pero también de homofobia interiorizada o transfobia interiorizada, causado por todo lo que hemos comentado antes.

Esta huida tiene un gran detrimento para nuestra vida, ya que no podemos vivirla de manera plena y satisfactoria.

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Shock

Quedarse en Shock, en realidad, es quedarse en la indefinición. Esta falta de definición se manifiesta en el colectivo LGTBIQ+:

  • Haciendo como que no sabemos o no hablando de nuestra vida íntima ante los demás.
  • No teniendo vínculos sexo-afectivos (pareja, relaciones esporádicas, etc.)
  • Evitando contestar a las preguntas de otras personas sobre intereses sexuales o afectivos.

El miedo puede llegar a ser tan intenso que, quizá, incluso a nosotros mismos, en nuestra propia intimidad, ante pensamientos o deseos de tener una relación sexo afectiva con personas de mismo sexo o sentirnos de un género distinto al que se nos fue establecido al nacer:

  • Los negamos.
  • No nos permitimos tenerlos.
  • Nos llegamos a castigar.

Como se puede intuir, las consecuencias emocionales y psicológicas de todo ello son muy graves para nosotros. Nos impiden avanzar o sentirnos plenos en los diferentes ámbitos de nuestra vida.

Afrontamiento

La otra manera de defenderse ante el miedo, es eliminarlo para siempre. Que ese peligro que tenemos enfrente deje de ser un peligro y, para ello, lo que podemos hacer es afrontarlo de cara. Pero ya sabemos que todo afrontamiento tiene sus consecuencias, y por ello tenemos que encontrar las fuerzas para asumir lo que de ello se derive, que son un equilibrio, o no, de las pérdidas y ganancias que obtengamos de este afrontamiento. Veamos cuáles son estas pérdidas y ganancias en los siguientes epígrafes.

Miedo a las posibles pérdidas al afrontar que se pertenece al colectivo LGTBIQ+

Para afrontar el miedo a definirnos por quienes somos y lo que sentimos frente a los demás, es necesario que aceptemos que podemos sufrir algunas pérdidas.

Miedo a las posible pérdida del amor de nuestros seres queridos

La pérdida más importante que tememos es la pérdida del amor de nuestros seres queridos. Llevamos tanto tiempo escuchando de ellos un rechazo hacia personas homosexuales, bisexuales, transexuales, transgénero, etc., nos preocupa que ese rechazo, que hasta el momento era hacia otros, se convierta en un rechazo hacia nosotros. Y es normal sentirse así ya que nuestra familia es nuestro principal sustento emocional, y tan solo la idea de la posibilidad de que nos rechacen, de perderlos, puede generarnos mucho miedo. Pero voy a decirte una cosa, por lo general el amor de nuestros familiares hacia nosotros es muchas veces mayor que sus prejuicios.

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El decir quien realmente somos y cómo nos sentimos puede dar la oportunidad a que nos quieran tal y como somos y que a su vez sean más tolerantes y abiertos de miras hacia toda una sociedad. No te voy a negar que pueda suceder lo contrario, que haya un rechazo por parte de la familia y que incluso se nos pida que nos alejemos, pero para eso tendremos una red de apoyo que pueden ser otros miembros de la familia, las amistades, las asociaciones, y otros tanto apoyos que están listos y preparados para acogerte, apoyarte y mimarte.

Miedo a la posible pérdida de las amistades

También podemos temer la pérdida de las amistades. Creemos que no nos van a entender o que se van a basar en clichés de lo que es ser homosexual o transexual. Déjate sorprender hasta dónde puede llegar una amistad. Nuestros amigos nos comprenden y nos quieren más de lo que pensamos, y en este caso pueden ser más un apoyo que una potencial pérdida. Y si no están ahí para apoyarte, es una buena forma de hacer una criba natural de amistades, ya que los que se queden a tu lado serán los que realmente son tus amigos y son los que valen la pena. No queremos personas prejuiciosas e intolerantes a nuestro alrededor.

Miedo a la posible pérdida del puesto de trabajo o el rechazo de los compañeros

Respecto a la pérdida del puesto de trabajo o el rechazo de los compañeros, no te preocupes, actualmente tenemos unas leyes estupendas que nos amparan en casos de despido o acoso motivados por homofobia o transfobia, ambos tipificados como delitos de odio.

Es cierto que perder un puesto de trabajo es algo que da miedo ya que es nuestro sustento. Además, puede que el desarrollo de nuestra profesión nos encante. Pero es mucho mejor afrontar las posibles consecuencias y, en caso necesario, luchar por mantener nuestro trabajo al mismo tiempo que ganamos una libertad de la que antes no disfrutábamos. Será un alivio y gratificante poder hablar libremente de cómo me fue el fin de semana con mi pareja, cómo estoy conociendo a tal personal, contar la actividad que hice con mi grupo de senderismo LGTBIQ+, etc. Esta también será una gran oportunidad de que mis compañeros me conozcan realmente y crear un vínculo sincero y verdadero con ellos.

Miedo a la posible pérdida de opciones en los proyectos de futuro

Por último, se piensa que al autoafirmarse en la propia orientación sexual o en la propia identidad de género puede implicar dificultad para encontrar pareja, formar una familia o tener hijos. Pues bien, todos estos pensamientos son prejuicios y mitos que nada tienen que ver con la realidad actual. Hoy en día podemos:

  • Conocer fácilmente a personas de tu misma orientación sexual o de tu mismo género sentido.
  • Casarte y formar una familia.
  • Adoptar a niños y niñas, realizar una maternidad o paternidad subrogada.
  • Si eres un hombre trans que no se ha realizado una reasignación genital, puedes quedarte embarazado.
  • Tanto si eres una mujer trans como un hombre trans, y vas a optar por la reasignación genital, de manera previa, puedes congelar tu esperma o tus óvulos para la posibilidad de la maternidad o paternidad subrogada.

Hoy todo esto es posible, y lo que queda por llegar para hacernos vivir una vida plena.

Ganancias de afrontar el miedo en el colectivo LGTBIQ+

Como hemos visto, afrontar ciertas pérdidas ha conllevado algunas ganancias. A continuación, te presentamos las ganancias que obtendrás sin tener que enfrentarte a ninguna pérdida.

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La principal ganancia que se obtiene es sentirte libre de ser quien eres, de poder expresarte, relacionarte, y manifestar toda tu esencia.

Vas a tener a tu alrededor a las personas que realmente te quieren por quien eres, y a las que tú también quieres y deseas tener a tu lado.

Te vas a dar la oportunidad de explorarte a ti mismo/a, a cómo es eso de ser uno o una. Vas a poder explorar los clichés de qué es ser homosexual, una persona trans, o una persona no binaria. Ver si te encuentras bien dentro de alguno de ellos y si van contigo, o por si el contrario no te sientes identificado/a con ellos y empiezas a explorar otros que dejan ver realmente quién eres.

Podrás decidir, si sientes que tus genitales o los aspectos secundarios del género no van acorde a quien tú eres y sientes, si someterte a una terapia hormonal, a una reasignación genital, a una mastectomía, o no hacerlo, porque con ello o sin ello igualmente sientes tu género.

Por fin podrás dar el paso al cambio de tu nombre en tu DNI si así lo deseas, y ser reconocido/a por todo el mundo por quien siempre has sido.

Encontrarás la forma en la que quieres que los demás te vean y que te traten con el respeto que siempre te has merecido.

Tendrás las herramientas para afrontar nuevos peligros que vengan a través de otras personas prejuiciosas y malintencionadas.

Te darás la oportunidad de conocer a personas que te gusten y a las que gustes, a enamorarte y que se enamoren de ti, a tener una vida sexual plena llena de satisfacciones y placeres que antes solo imaginabas o le pasaban a otros. Podrás dar la forma que tú quieras a esa relación de pareja, estableciendola de la manera en la que tú y la otra persona u otras personas acordeis.

Podrás darte la oportunidad de formar un hogar propio, en el que sentirte a gusto y a salvo, estando con otras personas o solo para tí.

Si lo deseas, podrás formar una familia con identidad y forma propia, sabiendo que no tiene que copiar las formas establecidas hasta hace poco.

Tener hijos propios o adoptados ya no será ni un sueño ni una utopía, sino que será una realidad si realmente lo deseas y quieres dar un hogar libre y diverso, preparando a esa nueva persona para quererse, respetarse, y hacerse respetar y ser querida por lo que es.

Podrás encontrar un entorno laboral más agradable para todos y todas, donde lo importante sean las relaciones interpersonales y lo competente que es uno en su labor.

Tendrás la oportunidad, si así lo deseas, de ser un referente para personas cercanas a tí, hijos, primos, sobrinos, vecinos, hijos de tus amigos, tu entorno laboral y social, para que ellos también sean ellos mismos en su orientación sexual y en su género sentido. Y si te atreves un poco más, puedes aportar tu grano de arena a las asociaciones que luchan por los derechos y el bienestar de las personas LGTBIQ+.

Como ves, la lista de ganancias es infinita. Los beneficios de ser tu mismo/a son muy satisfactorios, y son para toda la vida. Ya nunca más sentirás la pérdida porque el miedo lo habrás dejado atrás, lo habrás rebasado y superado, y tan solo quedará una historia, dura, pero que tiene como recompensa ser tú.

La culpa

La culpa es el sentimiento que surge cuando se ha infringido una regla establecida de cómo hay que comportarse, y desde ese momento eres culpable para los ojos de los demás y para tí mismo.

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Cómo me han generado el sentimiento de culpa

Nadie está exento del sentimiento de culpa. Está inscrito en nuestra cultura, las religiones, el sistema legal, en nuestras relaciones más íntimas. Hay culpa por no hacer o hacer, por no decir o decir, por no ser o ser. La culpa es lo contrario al deseo de lo que uno quiere y lo que el otro espera que queramos.

Normalmente, la culpa se espía remediando aquello que se ha hecho, haciendo lo que se esperaba que hiciéramos, o haciendo una acción compensatoria con la que pagar tu falta. Y es que, en sí, la culpa lleva inscrita la falta: eso que no se tiene, eso que no se es respecto a lo que se esperaba.

¿Ya va sonando por qué la mayoría de personas LGTBIQ+ tienen una gran carga de sentimiento de culpa o son tachados, por algunas personas, de culpables?.

Pero, a parte de las culpas que nos han inducido a sentir a cada uno de manera individual, sobre el colectivo completo se ciernen otras culpas, acusaciones falsas y graves que les han hecho sentirse, a veces, monstruos.

A las personas LGTBIQ+ se nos ha considerado culpables de hacer enfermar o matar de un disgusto a nuestros seres queridos simplemente por ser quienes somos y hacer lo que hacemos. Incluso, a lo largo de la historia, se nos ha llegado a calumniar: que somos unos pervertidos, que corrompemos a los más débiles, que cometemos abusos sexuales, que somos antinatura, que traemos enfermedades y muerte, que destrozamos la honra o el linaje familiar y que rompemos el orden mundial establecido.

Ya lo dice claramente la letra de la canción de Alaska:

Yo sé que me critican
Me consta que me odian
La envidia les corroe
Mi vida les agobia
Por qué será
Yo no tengo la culpa
Mi circunstancia les insulta

Cómo sacudirme de la culpa

Y es en este “yo no tengo la culpa” donde pararnos. Yo no tengo por qué sentir culpa por quien soy, por lo que siento, por lo que hago en lo referido a mi ser y mi deseo. Yo tengo la responsabilidad de coger las riendas de mi vida y mostrarme tal y como soy, cogiendo fuerzas para afrontar la crítica y el reclamo de, cada vez menos, solo unos pocos.

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Gracias al movimiento del colectivo y sus reivindicaciones hemos dejado de ser culpabilizados y juzgados como “vagos y maleantes” (esa es la etiqueta que nos ponía la legislación española con su Ley de vagos y Maleantes de 1954), hemos dejado de ser encarcelados por ser considerados escándalo público, hemos conseguido ser “aptos” para casarnos, tener hijos y poder crear una familia porque ya no se nos considera perversos manipuladores o abusadores. Aunque, así como ha habido grandes avances en la legislación, en algunos sectores de la sociedad aun perduran muchos de estos prejuicios.

Hay otras muchas culpas que se están dando en la vidas individuales y privadas de cada uno de nosotros. Estas vienen a través de padres y madres,de nuestro círculo de amigos, de personas de la calle que “te señalan con el dedo” y te recriminan que tienes que sentir culpa, por ser quien eres y hacer lo que estás haciendo.

Pues no, por el mero hecho de ser quien soy, ni me falta nada, ni debería ser otra persona, ni soy el causante de un mal ajeno. Es el otro el que, desde lo normativo, desde su propio miedo, desde su ignorancia y no querer informarse, tiene un problema con la diversidad.

No entendiendo que el que yo reivindique mi lugar de ser y hacer implique que yo te vaya a quitar el tuyo o pretenda cambiarte. Yo no soy culpable de eso.

Cambiar la culpa por la responsabilidad

Dicho lo dicho, no vamos a poner ahora a todo el colectivo como santas beatificadas, ni lo pretendemos ser. Tampoco tenemos que espiar nuestra culpa por ello. Muchas de las acciones que se han llevado a cabo para defender y poder ejercer nuestro derecho a ser y sentir no se podían haber hecho de otra forma (disturbios de Stonewall, grandes manifestaciones, cruising, etc.).

No se nos puede culpabilizar por hacer ciertas cosas de ciertas maneras porque la represión de una mayoría, de un país, de una legalidad, no nos dejaba más remedio que hacer las cosas de cierta manera, y luego reclamarnos que por esas formas de hacer las cosas es por lo que somos culpables y somos rechazados. Qué paradójica la manera de contar la historia ¿verdad?

La culpa se quita transitándola, entendiéndola. Aunque la mayor parte de esos sentimientos de culpa respondan a un conflicto con la norma impuesta, puede haber algunos que se deban a formas de reaccionar a nuestro entorno. Es importante asumir qué parte es mía y pedir al otro que se haga cargo de la suya.

Lo dicho, a quitarse ese “mea culpa” que nos han hecho creer que tenemos que sentir. Que cada persona asuma su responsabilidad y decida cómo transitarla.

Cómo comunicárselo a la familia y cómo actuar a partir de ahí

Todas las personas nos significamos ante nuestras familias y ante la sociedad. Todos nos mostramos ante los demás a través de nuestros comportamientos, de lo que decimos, cómo nos relacionamos, con quién nos relacionamos, qué deseamos, qué nos gusta y que no, etc. Esto va construyendo una identidad, una personalidad propia e intransferible que es fácilmente identificada por nuestros seres queridos y las personas que nos rodean, sean conocidas o no.

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Por supuesto, esta construcción está influenciada por todo un entramado social que nos posibilita o no explorar diferentes partes de nosotros. Este entramado nos hace saber qué se puede mostrar y qué otras tantas cosas son mejor mantener en secreto, para la intimidad, o simplemente anularlas por ser poco deseables.

Y en este contexto nos enmarcamos todas y cada una de las personas que conformamos la diversidad humana.

Por ello, habitualmente todos sabemos cómo es tal persona o ser querido, es un saber común pero no explicitado. Todos callamos porque la verdad no es lo deseable respecto a lo que es ser persona para cada familia, cada sociedad.

Es decir, por lo general, se sabe la orientación sexo afectiva y el género de una persona, pero el aprendizaje social de cómo se tiene que ser según seas hombre o mujer ha hecho que se formen muchas capas alrededor que nos dificulta ver claramente la verdadera orientación sexo afectiva e identidad de género de cada uno.

En resumidas cuentas, tanto tú como tu familia y tus seres queridos saben quien eres, pero ninguno quiere decir nada, ya que eso implicaría transgredir unas ideas previas establecidas e impuestas, que haría que cada uno tuviera que hacerse cargo de lo que ello supone.

En otras ocasiones, la imposición por parte de los demás ha sido tan dura, que hasta tú mismo no te has dado cuenta o te has reprimido. Por ello, quizá decidiste dejar relegado aquel sentimiento, aquel deseo, en lo más recóndito de tí, imponiendote ser lo que esperaban los demás. Claramente esto ha podido hacer que toda tu vida haya girado en torno a una orientación sexo afectiva y a una identidad de género que ha hecho que los demás no pudieran ni imaginarse que tus deseos e identidad eran otros, aquellos que tan ocultamente dejaste dentro de ti.

Contárselo a la familia

Suena a tópico pero, para cada uno de nosotros, no hay nada más importante que la familia. No por el hecho de ser consanguíneos o no, sino por el hecho de que esta nos da una pertenencia y una identidad. Es el entorno en el que nos desarrollamos y son nuestros padres con quien vamos forjando una identidad de quien soy yo. Que nuestros padres nos reconozcan desde un lugar positivo es algo que buscamos a lo largo de nuestra vida, y si eso sucede desde el principio, nos ayudará a tener un concepto satisfactorio sobre nosotros mismos que nos impulsará a tener el valor de reconocernos y mostrar nuestra identidad a otros con orgullo y dignidad.

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Y es aquí donde surge el miedo del cual hemos hablado en el apartado anterior ¿y si digo cuál es mi orientacións sexo afectiva o mi identidad de género y mis padres no la aceptan o me rechazan? ¿Qué hago si eso sucede?

En primer lugar, nadie está obligado a reafirmarse en ello y decirlo, ya que otras diversidades sexuales y de género no lo hacen para ser reconocidas. Pero también es cierto, que aquello a lo que no se le pone palabra no existe, y nosotros queremos existir de manera plena. Además, cuando en una familia o en una sociedad no está establecida la posibilidad de ser homosexual, bisexual, trans, etc., puede ser necesario que se diga, se exponga esa realidad que es la verdad de lo que sentimos y quienes somos, y de esta manera coger el lugar que nos corresponde en el mundo.

No hay una manera perfecta e infalible para transmitirlo y que no traiga consecuencias indeseables o deseables. En ocasiones son nuestros familiares quienes nos tiran indirectas para que se nos suelte la lengua y confirmemos lo que ya todos sabemos, lo cual puede ser una buena oportunidad.

Cada uno, si lo desea, tiene que encontrar el momento, el lugar, la persona de la familia, las circunstancias y las formas para transmitirlo. Puede ser mediante una carta, una reunión familiar, primero contarlo a un hermano o hermana y que nos abra el camino con nuestros padres, en otras ocasiones con uno de los padres con los que sintamos más afinidad y comprensión, dejando pistas en mi manera de vestir o la música que escucho, o simplemente llegando a casa con tu pareja de la mano. Cualquier opción es válida ya que cada uno sabe lo que se cuece en su casa y cómo son sus familiares, para así encontrar la manera idónea en la que te sea más fácil y liviano.

No vamos a dar rodeos sobre ideas mágicas y amores incondicionales de nuestros seres queridos. Hay ocasiones en las que los padres no saben lidiar con una posibilidad que nunca habían contemplado, o que se habían impuesto a obviar, y a la que tú has puesto palabra, has puesto verdad. Las reacciones emocionales y comportamentales pueden ser muchas, de llanto, tristeza, enfado, rabia, decepción, negación, búsqueda de ayuda para “hacerte normal”, etc.

Puede que en ese momento sientas culpa, miedo, tristeza, o rabia por la incomprensión de tus seres queridos y por no saber qué va a pasar a continuación.

Por lo general, hay que dejar pasar un tiempo. Hay un periodo similar al duelo, en el que se deja atrás una visión de quién eres tú para los demás, en la que se tiene que encajar esa otra parte de ti que has puesto sobre la mesa. Esto conlleva un período de reconfiguración y aceptación, que llevará luego, en el mejor de los casos, a un apoyo de tu familia.

Así que, ya sabes, no esperes inmediatamente una reacción positiva de tu familia, daos tiempo.

También puede que tu familia te acoja con los brazos y el corazón abiertos y sea el final de una larga tensión interna para ti. Puede que te digan que ya lo sabían y que no querían decir nada para no presionarte en algo tan importante para ti, que querían respetar tus tiempos y dejar que te conocieras a ti mismo. Que estaban esperando este momento para darte todo su apoyo y comprensión, ayudándote en todo aquello que necesites y facilitándote el camino. Ellos te han querido siempre y por supuesto te siguen queriendo, y mucho más porque ya te conocen al completo y eso les hace felices. Estarán encantados de poder ver que tienes pareja, amigos y amigas, que te casarás, tendrás hijos o formarás una familia propia si es tu deseo, y que lo vivirás todo de manera plena, porque al poner palabra has hecho que todo esto sea posible en tu vida.

Una vez que tu familia lo sabe y todo se estabiliza, te aseguro que te sientes de manera diferente. Hay miedos que desaparecen y surge una fuerza inexplicable e imparable que nos hace sentirnos capaces de casi todo. Ya sabemos que tenemos un apoyo incondicional respecto a nuestra orientación sexual y nuestra identidad y esto puede hacer que nos sintamos con fuerzas para presentarnos tal cual a amigos, compañeros de trabajo, jefes, sociedad, y a otras personas con las que poder tener relaciones sexo afectivas.

¿Y si lo digo y todo va genial y me quieren y hago una vida plena?

Lidiar con lo que viene a continuación

Afrontar todo lo anterior es una de las cosas más importantes a las que te vas a enfrentar en tu vida, pero también una de las más liberadoras que vas a hacer, y que te servirá para toda tu vida.

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Llegados aquí ¿Y ahora qué? ¿Por dónde sigo? Este primer paso puede ser el único, si así lo deseas, pero puede que quieras ser tú mismo en cualquier ámbito de tu vida, y esto te llevará a tener que afrontar otras situaciones y ante otras personas.

Te pueden haber surgido algunos de estos planteamientos:

  • Tengo dudas sobre si el ser gay, bisexual, trans, etc., es una forma de ser y si tengo que comportarme o tener un aspecto concreto o diferente al que tengo.
  • Quiero conocer a personas que sean similares a mi y poder tener amistades con las que compartir actividades, ideas, reflexiones, o hacer hermandad.
  • Deseo poder enamorarme, tener pareja, pero no sé cómo hacerlo o dónde poder conocer a personas con mi misma orientación sexual o en los que el género no sea un condicionante para conectar emocional o sexualmente.
  • Cómo es esto del sexo, con qué me encontraré y qué tengo que hacer.
  • Dudo sobre si me será fácil encontrar trabajo, qué tengo que decir y qué no, cómo será la relación con mis compañeros, etc.

Algunas respuestas y reflexiones sobre estos planteamientos son:

  • No hay una forma de ser homosexual, bisexual, trans, etc., concreta. Actualmente tenemos muchos referentes famosos y de personas de nuestro alrededor. Habrá cosas con las que te sientas identificado, otras con las que no. Puedes acoger para tí algunas de ellas si lo deseas pero lo más importante es que seas tu mismo y te sientas cómodo con cómo te expresas, comportas, te relacionas o el aspecto que tienes. Esa será tu verdadera identidad.
  • Actualmente tenemos a nuestro alrededor personas visibilizadas o que lo podemos intuir. Esto puede hacer que tengamos la oportunidad de acercarnos a ellos y poder entablar una amistad. También existen muchas asociaciones y actividades de ocio diversas y gratuitas que pueden ser de nuestro interés y en las que hay personas con nuestra misma orientación sexo afectiva e identidad de género. Las asociaciones siempre están con los brazos abiertos para recibirte y darte su apoyo y amistad si lo necesitas. También hay infinidad de apps y foros en las que poder conocer a personas.
  • Tras el paso anterior, te será más fácil poder llegar a conocer a personas que te puedan gustar y a las que puedas gustar.Tendremos la oportunidad de hacernos visibles para otras personas que también quieren enamorarse y tener pareja. Tan solo tienes que darte la oportunidad para ello.
  • Tener dudas ante los encuentros sexuales es común a todas las personas. No hay una manera perfecta de tener un encuentro sexual. Tenemos que tener muy claro qué nos gusta o no del encuentro sexual, o, si tienes dudas, poder permitirte explorar hasta donde te sientas cómodo. Es importante que identifiques tu propio deseo, qué te excita, con quién quieres tener sexo y en qué circunstancias. Recuerda que nadie puede obligarte a hacer algo que no deseas y que, por encima de todo, está que tú te sientas cómodo.
  • Hacerse visible en nuestro entorno laboral es similar a hacerse visible en la familia. Uno decide si hacerlo patente o no. Pero lo cierto es que, como en la familia, cuanto más libre seas en ese espacio donde pasas tantas horas de tu vida, mejor te sentirás. No pueden no contratarte o despedirte por tu orientación sexual o por tu identidad de género y, si esto se produce, tienes a tu disposición muchos recursos legales y apoyo asociativo para solucionarlo.

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Qué mejor momento que aquí y ahora

Para apostar por tu bienestar y de quienes te rodean.