Terapia con un psicólogo para tratar la ansiedad: definición y tratamiento


Corazón acelerado, sudoración, cansancio, dificultad para dormir: son síntomas de la ansiedad. Si persisten y dificultan tu vida igual la estás padeciendo.

¿Qué es la ansiedad?

Podemos sentirla a través de distintos síntomas físicos y emocionales como temor a volverse loco, a morir, a la pérdida de control, nerviosismo, temblores en el cuerpo, sudoración, tener frío o calor, tumefacción de las extremidades, sentimiento de irrealidad y despersonalización, la sensación de un peligro inminente, cansancio, dificultades para dormir, mareos, inestabilidad, dificultades para respirar, palpitaciones, dolor en el pecho, entre otras.

Estos son algunos de los síntomas de la ansiedad. Si manifiestas algunos y persisten en el tiempo, si dificultan tu día a día, es posible que la estés padeciendo.

¿Qué nos puede llevar a sentir los síntomas de ansiedad?

Algunas personas tienen cierta manera de pensar que pueden ser generadoras de ansiedad. Nos referimos a las personas con pensamientos obsesivos.

Los pensamientos obsesivos pueden consistir en:

  • Dar vueltas al mismo tema una y otra vez
  • Introversión.
  • Reprocharse a uno mismo lo que ha hecho o lo que no.
  • Culpabilidad.
  • Sentimientos encontrados.
  • Dudas.
  • Sensación de no poder parar de pensar.
  • No llegar a la acción.
  • Cavilar sobre los «y si».
  • Pensar en que antes se estaba mejor.
  • Estar para el otro y satisfacerlo.

Todo esta inseguridad generada a través de los pensamientos hace que la persona necesite su zona de confort. Cuando este espacio se desestabiliza, se sale de él o alguien se adentra en él, puede generarse un estado de ansiedad.

La situaciones vitales también pueden propiciar un estado de ansiedad. Son situaciones externas que nos mueven temas internos, como cuando se está en una competición con otros, como un examen o una prueba de atletismo. Por ejemplo, cuando:

  • Se nos pide que demos cuenta de aquello que sabemos, como una entrevista de trabajo o al dar una conferencia.
  • Alguien entra en nuestra zona de confort, como la llegada de un nuevo miembro a la familia o tenemos un nuevo compañero de trabajo.
  • Se está a la espera de una situación traumática para nosotros, como estar en el velatorio de una persona querida o la ruptura de una relación.
  • Hay una boda, oposiciones, viajes, etc.

La ansiedad se presenta en estas situaciones en las que se da la sensación de tener parte de la pérdida de control, en la que uno se queda al descubierto y expuesto a lo que pueda suceder, lo imprevisible.

La influencia de la cultura, la sociedad y el momento histórico también tiene que ver con la aparición de los síntomas de la ansiedad.

Una de las doctrinas sociales con las que nos encontramos en la actualidad, tanto para la infancia, la adolescencia, como para la adultez, es el triunfo. Esto lleva implícito el no poder perder a toda costa, incluso por encima de nosotros mismos. Pero es imposible no perder en algún momento o aspecto de nuestras vidas, y puede llevarnos a la frustración, que puede hacer aparecer los síntomas de la ansiedad.

Este mandato social del triunfo se instaura en nosotros, como una autoridad, y se acaba asumiendo como un dicho propio. Así se forma la idea de que podemos ser la mejor versión de nosotros mismos, una idea que nos lleva a tener siempre que dar más y más de aquello que creemos que el otro quiere de nosotros.

La cuestión es que llega un momento en que nos perdemos en ello, y cuando nos damos cuenta de esta pérdida, surge esta brecha en la que la ansiedad se adentra y nos alertamos de que hay algo que va mal. Nos avisa de que nos hemos perdido en ese ideal de nosotros mismos, del triunfo, y de ser lo que creemos que el otro quiere que seamos. Es aquí cuando la ansiedad hace que paremos y veamos quién realmente somos.

Desde esta perspectiva la ansiedad es la amiga que nos da el «toque» cuando nos estamos perdiendo de nosotros mismos. Así, la ansiedad nos hace plantearnos la pregunta ¿quién soy yo para el otro? ¿Soy yo realmente, o soy la versión que he generado a través de lo que yo creía que quería el otro de mí?

La espera es también generadora de ansiedad. La espera supone el dejar a un lado la satisfacción inmediata de lo que deseamos. Es como poner un tapón a lo que realmente queremos «aquí y ahora». Pero la espera es parte de la vida biológica y social de la que formamos parte. Así, hay que esperar el tiempo de la gestación para dar vida a nuestro bebé, o pasar el proceso de la adolescencia para llegar a la adultez. Pero cuando la ansiedad hace presencia, hace que se tema eso que puede venir o surgir, eso que no se sabe.

Automatismos para aliviar la ansiedad que generan problemas añadidos

La duda y el elegir son causantes de la angustia, y por ende, de la posible ansiedad. Desde que somos muy pequeños aprendemos a elegir, en principio a través de nuestros deseos, qué queremos y que no, o lo queremos todo.

Conforme vamos creciendo se nos enseña que si se elige una cosa no se podrá tener la otra, y es aquí donde surge la duda. Si esa duda nos lleva a la parálisis por no poder asumir las consecuencias de la elección, se genera la angustia. Esto se ve reflejado en el adulto cuando tiene que elegir entre lo que se desea y lo que se «debe hacer».

La exigencia personal que parte de la idea de hacer lo que creemos que el otro quiere que hagamos, vuelve a aparecer para dejarnos en la parálisis que se presenta en la crisis de ansiedad. De esta manera no se pierde ni se gana, por lo que mediante la ansiedad no elegimos.

Podemos concluir sobre la duda, que esta no es la generadora de la ansiedad, sino que la duda es una herramienta que tiene la ansiedad, que hace que no resolvamos aquello que nos sucede. Nos mantiene en un una zona de confort.

La prisa es algo habitual de nuestro tiempo. Nos levantamos deprisa, comemos deprisa, vamos aprisa a todos los acontecimientos que tenemos en el día, amamos deprisa. Y es que la prisa es una buena forma para no tener tiempo para la reflexión, ni la posible ansiedad ante el darnos cuentas de nuestros deseos. Es más fácil estar en el otro, en lo que hay que hacer, en cumplir las expectativas, y conseguir así la aprobación del otro que nos desangustia, por un momento. También así no tenemos que atender a nuestras faltas e insatisfacciones.

El estrés de tener el control de todo lo que nos sucede y de lo que sucede a nuestro alrededor, es una vía por la cual aliviar nuestra ansiedad. Lo que sucede es que el excesivo control puede llevar a crisis de ansiedad, causando el mismo efecto que se quiere evitar.

Otras conductas para aliviar la ansiedad pueden ser las adicciones y repetición de actos. Esto puede darse a través de la comida. Cuando surgen las situaciones ansiosas se utiliza la comida como objeto tranquilizador. De alguna manera, la comida, a lo largo de nuestras vidas, ha sido un momento y elemento tranquilizador, a lo cual algunas personas se han quedado apegadas.

No sólo es al momento de comer, sino los rituales que ello conlleva: ir a comprar, cocinar, el momento de sentarse a la mesa, la sobremesa, etc. Lo cual conlleva muchas horas de tranquilidad, en las cuales la ansiedad no está presente. A esta lista de conductas que calman la ansiedad podemos añadir el alcoholismo, la ludopatía, la ninfomanía, la vigorexia o la adicción al deporte, el tabaquismo, el exceso de trabajo, y una larga lista de adicciones. En sí es poner por medio la acción para no pensar.

El empleo de ansiolíticos para combatir la ansiedad

Los ansiolíticos pueden ser útiles cuando la ansiedad es paralizante y no deja que la persona pueda acceder al despacho de un psicoterapeuta. Pero la ingesta de ansiolíticos a largo plazo, pasa a formar parte de los síntomas de la ansiedad a los cuales quiere calmar. El ansiolítico tapa la capa que los síntomas de la ansiedad han tapado a su vez la verdadera raíz de lo que nos está sucediendo.

El problema de todas estas acciones es que, lo que en un principio calmó la ansiedad, a largo plazo, requerirá algo que solucione o calme ese exceso que se ha hecho. Es aquí donde el trabajo se multiplica.

Cuando la ansiedad entra en mi vida

Parte de los síntomas de la ansiedad son los que se producen ante una amenaza, real o imaginada.

El encuentro con el León en la sabana

Estás en la Sabana dando un paseo -lo normal- y ante ti un majestuoso león aparece. ¿Qué cambios experimentará tu cuerpo? la respiración será más fuerte, el corazón latirá más rápido, los músculos se tensarán. El sistema nervioso central, el sistema suprarrenal y el sistema circulatorio y respiratorio se pondrán en marcha para huir rápidamente o enfrentarse al animal.

Pero, ¿Qué pasa cuando la amenaza no es tan evidente como un león? cuando no puedo ni huir ni enfrentarme.

En nuestro día a día es difícil que nos enfrentemos a un león, sin embargo, muchos experimentamos los síntomas que se desencadenan ante una amenaza, ya que nuestro cuerpo está preparado para activarse cuando se siente amenazado.

Esta amenaza puede tratarse del miedo de que una situación se repita o se dé, aunque el miedo nada tenga que ver con la pérdida de la vida o la supervivencia.

Cuando la amenaza que produce ansiedad no es fácilmente identificable

En ocasiones es fácil identificar la amenaza. Puede ser un jefe que te trata mal, unas condiciones laborales injustas, una pareja que te agrede, o una experiencia traumática del pasado que revives en el presente.

Pero en otras ocasiones ¿y si no podemos identificar a nuestro león? Difícilmente podremos enfrentarnos, huir, o resolverlo de alguna manera. Esto implica que la reacción al peligro se mantenga en el tiempo, lo que tiene consecuencias para el sistema nervioso: cansancio, problemas para dormir, cambios de peso, irritabilidad, entre otros.

Así, cuando se inicia la ansiedad, cuando entra en nuestra vida, esto suele ser en situaciones en las que hay una sensación de que no se puede escapar, como en una reunión de trabajo, en un ascensor, o en una discusión con otra persona. Una vez que se hace presente la ansiedad, esta se extrapola a situaciones en las que aunque sí hay una salida, se tiene la sensación de que no se puede escapar de ella.

En ocasiones se da el caso de personas que se encuentran en espacios muy abiertos, como pudiera ser una pradera y, a pesar de que la persona no está atrapada, ya que está al aire libre, se instaura en ella una creencia de que realmente no puede salir de ella. Pero el salir de ella no es la solución, ya que se sucumbe a las creencias y esta se asienta en la persona.

Hay que afrontar aquello primario que se ha quedado bajo los síntomas de la ansiedad. El síntoma habla, tan solo hay que pararse a escucharlo, descodificarlo, ya que este nos habla en un lenguaje que en un principio puede ser difícil de leer y entender.

¿Cómo tratamos la ansiedad y nos deshacemos de sus síntomas?

En ocasiones podemos identificar claramente cuál es la causa de nuestra ansiedad. En este caso, si los síntomas de la ansiedad son muy incapacitantes, trabajaremos directamente sobre ellos, para así luego, poder tratar la base de lo que nos lo está causando.

Primero identificaremos cuáles son las áreas de la vida en las que hay un sentimiento de estar sobrepasado y la postura que se toma ante ellas. Podemos así ver de qué otras herramientas disponemos para afrontarlo de una manera con la que sentirse mejor con uno mismo, reduciéndose así los síntomas de la ansiedad.

En esas otras situaciones en las que cuesta identificar cuál es la causa por la que se manifiestan los síntomas de la ansiedad, el trabajo consiste en hacer una revisión más profunda de qué hay en la historia personal que puede ser causa de lo que te está sucediendo actualmente.

Uno de los pasos para reducir la ansiedad cuando aparece con pensamientos rumiantes y dudas ante una situación con otra persona, es dar o no al otro tan solo lo que realmente pide, y no intentar darle lo que creemos que el otro quiere. Esto nos evita un agotamiento constante al no tener que estar todo el tiempo pensando en qué querrá el otro. Esto nos tranquiliza y nos reduce los síntomas de la ansiedad, además de responsabilizarnos de aquello que queremos o no hacer.

Lo importante para deshacerse de la angustia es tomar el control de la propia vida, que implica decidir y hacerme responsable de lo que deseo, qué planes quiero hacer, cómo voy a organizar mis horarios, qué proyectos quiero llevar a cabo. Es darme el permiso, sin entrar en el juego la culpa, de tener mis propias necesidades y deseos.

Dejar de ser lo que creo que el otro quiere que yo sea, o dejar de desear lo que yo creo que el otro quiere que yo desee. Es dejar de ser para el otro y ser para mí. Esto implica también hacerse responsable de que se puede perder, ya que cuando se elige hay una parte que ganas y otra que pierdes. Pero habrás salido de la ansiedad que te paraliza para que no elijas. La respuesta ansiosa ya no te servirá, porque tendrás tu propia respuesta para afrontar la situación.

Cómo el psicólogo te ayuda a identificar las causas de la ansiedad y las capacidades que tienes para afrontarlas

El psicólogo te acompaña para identificar cómo te enfrentas a las situaciones diarias que te producen malestar y qué capacidades tienes para poder afrontarlas. De esta forma, esos síntomas que están asociados a la ansiedad, dejarán de tener la función de «avisos» y tu cuerpo no necesitará estar constantemente en alerta.

Así, «el león» ante el que antaño nos creíamos indefensos, toma una forma que actualmente reconocemos, y que podemos solucionar entendiéndolo, encontrando soluciones y haciendo uso de todo nuestro potencial.

La ansiedad, camino a transitar

La ansiedad es como un viaje hacia lo desconocido. Cuando viajamos perdemos parte del control que solemos tener en nuestro zona de confort. Hay muchas variables, incluso en ocasiones vamos en un transporte que es llevado por otro, y esto puede aumentar más la sensación de no tener el control.

Somos pasajeros de la ansiedad que nos enseña que hay algo que no hemos visto, una parte de nosotros que no hemos visitado, y en cierta forma, nos invita a que exploremos eso que sentimos, que somos. Se trata de un viaje interior, en el que somos nosotros mismos el punto de partida y de destino. Y tanto el uno como el otro son desconocidos, y es a través del camino del viaje, de lo vivido en él, de lo revelado, cuando podemos darnos cuenta de cuál fue el lugar de donde venimos y comprender el lugar hacia dónde nos dirigimos.

De esta forma podemos escribir nuestro cuaderno de bitácora, que sin este viaje estaría en blanco, un blanco que asusta, ya que sino no habría nada que contar. Y es esta misma nada la que a su vez genera la ansiedad. En nuestra historia posiblemente hayamos escrito muchas de estas páginas, pero ahora las palabras están borrosas, se dejaron historias por terminar, o se dejaron páginas en blanco entre nuestros escritos, y esto nos lleva al mismo punto, ¿cómo sigue nuestra historia a partir de lo ya vivido? Pues transitándola.